La Interrupción del Arco Aórtico (IAA) es una cardiopatía congénita rara pero extremadamente grave, caracterizada por la discontinuidad completa del arco aórtico, que impide el flujo sanguíneo sistémico normal. En esta condición, el conducto arterioso permeable representa inicialmente el único canal para la perfusión de los órganos periféricos, pero su cierre fisiológico postnatal conduce rápidamente a un estado de shock cardiogénico fatal si no se interviene de manera urgente.
Desde el punto de vista embriológico, la IAA deriva de una anomalía en la formación del cuarto arco aórtico durante la vida fetal. A menudo se asocia a un defecto del septo interventricular (DSIV) y, en aproximadamente la mitad de los casos, a una microdeleción del cromosoma 22q11, como ocurre en el síndrome de DiGeorge. El diagnóstico precoz y la intervención quirúrgica rápida son determinantes para la supervivencia neonatal y la calidad de vida a largo plazo.
La IAA es causada por una falta de fusión entre los segmentos embrionarios del arco aórtico. Las anomalías genéticas, en particular la deleción 22q11, parecen predisponer a este defecto de desarrollo.
La clasificación anatómica se basa en la localización de la interrupción en relación con las principales ramas arteriales:
Desde el punto de vista fisiopatológico, mientras el conducto arterioso permanezca permeable, el flujo sistémico se mantiene parcialmente a través de un cortocircuito de derecha a izquierda. Cuando el conducto se cierra fisiológicamente, el neonato sufre una reducción drástica de la perfusión sistémica, con rápido desarrollo de acidosis metabólica, hipoperfusión multiorgánica y muerte si no se trata de inmediato.
Al ser una cardiopatía congénita, la IAA no presenta factores de riesgo ambientales modificables directos, pero se asocia estrechamente a defectos genéticos y síndromes malformativos. Entre los principales factores predisponentes se incluyen:
Actualmente no es posible realizar una prevención primaria, mientras que la prevención secundaria se basa en la diagnóstico prenatal mediante ecocardiografía fetal en sujetos de riesgo o ante la sospecha ecográfica de anomalías cardiovasculares.
La sintomatología de la IAA generalmente se desarrolla en los primeros días de vida, coincidiendo con el cierre del conducto arterioso. Los principales signos clínicos incluyen:
La progresión es extremadamente rápida y, en ausencia de un diagnóstico y tratamiento urgentes, evoluciona hacia un shock irreversible y muerte neonatal.
El diagnóstico de la IAA debe realizarse con la máxima rapidez. La sospecha clínica surge ante la observación de signos de shock en un recién nacido aparentemente sano, prestando especial atención a la discrepancia entre los pulsos superiores e inferiores. El enfoque diagnóstico racional incluye:
Es el examen de elección inicial, permitiendo identificar la interrupción del arco aórtico, evaluar la permeabilidad del conducto arterioso y detectar anomalías asociadas, como un defecto del septo interventricular (DSIV) o hipoplasia ventricular.
Se utilizan para definir en detalle la anatomía vascular prequirúrgica, especialmente en casos complejos o atípicos.
La búsqueda de la deleción 22q11.2 debe realizarse sistemáticamente en todos los pacientes diagnosticados de IAA, dada la alta tasa de asociación con síndromes genéticos.
El tratamiento de la IAA requiere un enfoque integrado y altamente especializado, estructurado en:
La reparación quirúrgica debe realizarse en los primeros días tras el diagnóstico. Las estrategias quirúrgicas incluyen:
En casos más complejos o inestables puede ser necesaria una cirugía paliativa inicial o por etapas.
La supervivencia de los neonatos operados precozmente ha mejorado progresivamente en las últimas décadas, alcanzando hasta el 90% en los mejores centros especializados. Sin embargo, el seguimiento a largo plazo es esencial para monitorizar: