La agénesis de las cuerdas tendinosas es una rara anomalía congénita caracterizada por la ausencia parcial o completa de las estructuras fibrosas que conectan los velos valvulares cardiacos a los músculos papilares. Las cuerdas tendinosas son esenciales para garantizar el movimiento correcto de las válvulas auriculoventriculares (mitral y tricúspide) durante el ciclo cardíaco, impidiendo el prolapso de los velos hacia la aurícula durante la contracción ventricular. Su ausencia determina una alteración significativa de la función valvular, que puede resultar en insuficiencia, estenosis o, en los casos más graves, en una disfunción ventricular secundaria.
Esta malformación se desarrolla durante las primeras fases de la embriogénesis cardiaca, generalmente entre la cuarta y sexta semana de gestación, cuando el tejido mesenquimatoso endocárdico forma las válvulas y las estructuras de soporte. Una interrupción en este proceso, debida a factores genéticos, epigenéticos o ambientales, puede impedir la correcta diferenciación y maduración de las cuerdas tendinosas.
La agénesis de las cuerdas puede manifestarse de forma aislada o como parte de síndromes complejos, a menudo asociada a otras anomalías cardiovasculares como defectos septales, malformaciones de los músculos papilares o displasias valvulares. La gravedad clínica varía en función de la magnitud de la malformación y de la capacidad de compensación de las estructuras cardiacas restantes.
El origen de la agénesis de las cuerdas tendinosas radica en una anomalía del proceso de formación del corazón embrionario, especialmente en la fase de delaminación y remodelación de las almohadillas endocárdicas. Estas almohadillas, estructuras mesenquimatosas ricas en matriz extracelular, dan origen a los velos valvulares, las cuerdas tendinosas y los músculos papilares. Una perturbación en esta fase, independientemente de la causa primaria, puede interrumpir la diferenciación de las cuerdas, determinando su ausencia.
Durante la morfogénesis cardiaca, las células mesenquimatosas de las almohadillas endocárdicas sufren un proceso de migración, proliferación y diferenciación hacia tejidos fibrosos y musculares especializados. La formación de las cuerdas tendinosas requiere una sincronización perfecta de señales moleculares, particularmente aquellas mediadas por las vías de señalización Notch, TGF-β y BMP. Las mutaciones genéticas o las exposiciones ambientales teratogénicas pueden alterar estas señales, impidiendo la transición fenotípica necesaria para la formación de las cuerdas.
En condiciones normales, las cuerdas tendinosas distribuyen uniformemente las fuerzas de tracción ejercidas sobre los velos valvulares durante la sístole ventricular, manteniendo la coaptación de los velos e impidiendo el reflujo. En ausencia de las cuerdas, el movimiento de los velos se vuelve desorganizado: el tejido valvular, carente de soporte estructural, puede protruir hacia la aurícula, causando insuficiencia valvular, o volverse rígido y mal coaptante, generando estenosis. A largo plazo, la sobrecarga de volumen o presión impuesta al ventrículo puede inducir remodelado ventricular e insuficiencia cardiaca.
Frecuentemente, la agénesis de las cuerdas tendinosas se asocia a displasia o mala posición de los músculos papilares. En estos casos, además de la ausencia de cuerdas, los velos valvulares pueden estar anclados directamente al tejido miocárdico de manera anómala e ineficaz. Esto compromete aún más la funcionalidad valvular y agrava el cuadro clínico de insuficiencia o estenosis valvular.
Al ser una condición congénita, la agénesis de las cuerdas tendinosas no presenta factores de riesgo modificables en el sentido tradicional. Sin embargo, algunas condiciones pueden aumentar la probabilidad de alteraciones en el desarrollo cardiaco fetal, incluyendo las anomalías de las cuerdas tendinosas.
Los principales factores asociados son:
La prevención primaria se basa en la gestión óptima de las condiciones maternas preexistentes, evitar la exposición a teratógenos durante el embarazo y, cuando sea posible, el asesoramiento genético en parejas con antecedentes familiares de malformaciones cardiacas congénitas. No obstante, en la mayoría de los casos, la agénesis de las cuerdas tendinosas ocurre de forma esporádica, sin factores predisponentes claros identificables.
Las manifestaciones clínicas de la agénesis de las cuerdas tendinosas varían considerablemente en función del grado de compromiso anatómico y funcional. Algunos pacientes permanecen asintomáticos durante años, mientras que otros desarrollan precozmente signos de insuficiencia cardiaca o alteraciones hemodinámicas relevantes.
El cuadro sintomatológico puede incluir:
La exploración física puede revelar:
En recién nacidos y niños pequeños, la presentación puede ser más dramática, con retraso del crecimiento, dificultad respiratoria y signos de insuficiencia cardiaca congestiva en los primeros meses de vida.
El diagnóstico de agénesis de las cuerdas tendinosas requiere un enfoque metódico que integre sospecha clínica, exámenes instrumentales de primer nivel e investigaciones morfofuncionales avanzadas. La identificación precoz es crucial para establecer una estrategia terapéutica adecuada y evitar el deterioro hemodinámico progresivo.
La sospecha diagnóstica surge típicamente en presencia de:
Una historia familiar positiva de cardiopatías congénitas o síndromes genéticos puede reforzar la sospecha.
La ecocardiografía representa el examen de referencia para el diagnóstico. Mediante la evaluación bidimensional y Doppler se puede documentar:
En pacientes con ventana acústica limitada, la ecocardiografía transesofágica (ETE) proporciona imágenes de mejor calidad, permitiendo una mejor visualización de los velos valvulares y sus estructuras de soporte.
La resonancia magnética cardiaca está indicada cuando la ecocardiografía no proporciona información suficientemente detallada. La RMC permite una evaluación morfológica y funcional extremadamente precisa, con:
Actualmente reservado para los casos más complejos, el cateterismo cardiaco puede ser útil para:
La correcta identificación de la agénesis de las cuerdas tendinosas requiere una secuencia diagnóstica precisa:
Un enfoque diagnóstico preciso permite definir claramente la anomalía, evaluar el impacto hemodinámico y orientar la elección terapéutica, quirúrgica o conservadora.
El manejo de la agénesis de las cuerdas tendinosas depende de la gravedad de la insuficiencia valvular, del impacto hemodinámico y de la presencia de síntomas. El objetivo terapéutico es prevenir el deterioro de la función ventricular y mejorar la calidad de vida del paciente.
En casos leves, caracterizados por insuficiencia valvular mínima o moderada sin dilatación ventricular significativa ni síntomas, se puede adoptar un enfoque conservador basado en seguimiento clínico y ecocardiográfico regular.
La cirugía está indicada en presencia de:
En edad pediátrica, también el crecimiento ponderal inadecuado puede ser un criterio para intervención precoz.
Cuando es posible, el enfoque preferido es la reparación valvular, que busca restaurar la coaptación normal de los velos sin recurrir a prótesis. Las técnicas quirúrgicas incluyen:
La elección técnica depende de la magnitud del defecto, del tamaño del anillo y de la calidad del tejido valvular residual.
Cuando la reparación no es viable, se recurre al reemplazo valvular con prótesis biológicas o mecánicas. Esta opción, sin embargo, implica mayor morbilidad a largo plazo, especialmente en pacientes jóvenes, debido a la necesidad de anticoagulación crónica (prótesis mecánicas) o al riesgo de degeneración estructural (prótesis biológicas).
El seguimiento postquirúrgico incluye:
El pronóstico a largo plazo tras reparación valvular es generalmente excelente, comparable a la población general si la cirugía se realiza antes de daño ventricular irreversible.
El reemplazo valvular resuelve el defecto hemodinámico, pero conlleva riesgos adicionales de complicaciones protésicas, necesidad de reintervenciones y manejo complejo de anticoagulación, especialmente en jóvenes.
Los principales factores pronósticos desfavorables son:
Un diagnóstico precoz y manejo oportuno optimizan los resultados, minimizan complicaciones y preservan la función cardiaca a largo plazo.
Si no se reconoce y trata adecuadamente, la agénesis de las cuerdas tendinosas puede generar una serie de complicaciones que afectan significativamente la función cardiaca y el pronóstico a largo plazo.
La principal consecuencia de la malformación es la evolución progresiva de la insuficiencia valvular, particularmente de la válvula mitral o tricúspide, según la localización afectada. El defecto estructural de los velos, mal anclados, causa una incoaptación crónica durante la sístole, que puede agravarse con el remodelado ventricular y el aumento de las tensiones hemodinámicas.
La insuficiencia severa induce una sobrecarga volumétrica progresiva del ventrículo, que lleva a dilatación y reducción de la función sistólica, culminando en insuficiencia cardiaca.
La dilatación ventricular crónica, en respuesta a la regurgitación, genera inicialmente una fase de compensación mediante hipertrofia excéntrica. Sin embargo, con el tiempo, la excesiva tensión parietal lleva a disfunción ventricular sistólica, caracterizada por reducción de la fracción de eyección y síntomas de insuficiencia cardiaca como disnea, edemas y disminución de la tolerancia al ejercicio.
Si no se trata, la disfunción ventricular puede volverse irreversible, empeorando considerablemente el pronóstico.
En pacientes con insuficiencia valvular severa y crónica, el aumento de las presiones de llenado ventricular puede transmitirse retrógradamente hacia la aurícula y las venas pulmonares, desarrollándose hipertensión pulmonar secundaria. Esta condición empeora la carga sobre el ventrículo derecho, favoreciendo su disfunción y agravando el estado clínico.
La dilatación auricular secundaria a sobrecarga hemodinámica predispone a la aparición de arritmias supraventriculares, especialmente fibrilación auricular. Esta última deteriora aún más el llenado ventricular, reduce el gasto cardiaco y aumenta el riesgo de eventos tromboembólicos.
La presencia de fibrilación auricular y dilatación auricular incrementa el riesgo de formación de trombos intracardiacos, con posibilidad de eventos embólicos sistémicos como ictus isquémicos o embolias periféricas. En portadores de prótesis valvulares mecánicas, el riesgo tromboembólico es aún mayor en caso de control inadecuado de la anticoagulación.
En algunos casos, la progresión de la insuficiencia o la disfunción de la reparación valvular requieren una reintervención quirúrgica. Esto puede implicar una nueva reparación valvular o, más frecuentemente, el reemplazo de la válvula, aumentando la morbilidad y los riesgos operatorios, especialmente en pacientes con disfunción ventricular avanzada.
La comprensión y el seguimiento de las posibles complicaciones son esenciales para optimizar el momento de la cirugía y mejorar el pronóstico a largo plazo. Una gestión multidisciplinaria cuidadosa y personalizada es clave para minimizar el riesgo de evolución desfavorable.